
La pasta y el vino comparten una misma filosofía: ambos nacen de la paciencia, del respeto al tiempo y del arte de transformar lo simple en algo memorable.
Esa esencia cobra vida en la unión entre Piazza Pasticcio —el restaurante que rinde homenaje a la pasta artesanal en pleno corazón de la Ciudad de México— y Bodegas Cepa 21, la bodega española que ha reinventado la tradición vinícola de Ribera del Duero desde una perspectiva moderna.
Juntos trazan un puente entre Italia y España, entre la cocina y el viñedo, entre la emoción de cada plato y la personalidad de cada copa.
Para José Moro, presidente y fundador de Bodegas Cepa 21, el vino no debe vivirse como un examen técnico, sino como un catalizador de emociones, un puente hacia los recuerdos y la intuición. En esa misma línea, Piazza Pasticcio defiende la pasta como un ritual que celebra lo humano: la mesa, la conversación, la sobremesa sin prisa.
Al unirse, ambas marcas transmiten un mismo mensaje: que lo extraordinario sucede en lo cotidiano, que lo valioso está en compartir lo sencillo con autenticidad.
Más allá del maridaje, se trata de experimentar: probar, comparar y descubrir cómo cada vino puede transformar la percepción de un plato de pasta.
Situado en la colonia Juárez, Piazza Pasticcio es un espacio donde convergen la tradición italiana y el diseño contemporáneo. Su propuesta culinaria exalta la pasta artesanal elaborada al instante, con preparaciones que van de lo clásico a lo inesperado. Es el entorno ideal para que los vinos de Cepa 21 dialoguen con nuevas voces y despierten nuevas memorias.
“Siempre he creído que el vino es un catalizador: despierta emociones, crea memorias y nos invita a soñar. Al unirlo con la pasta, encontramos un diálogo natural entre dos lenguajes que comparten lo mismo: paciencia, sencillez y el arte de disfrutar lo cotidiano. Esa es la esencia de Cepa 21, llevar el vino a la mesa para que sea parte de la vida y no un ritual distante”, cuenta José Moro, director de Bodegas Cepa 21.
Este encuentro no está pensado solo para expertos en vino o gastronomía, sino para cualquiera que quiera reconectar con lo simple y lo entrañable: sentarse a la mesa, enredar un tenedor en un plato de pasta, alzar una copa y dejarse llevar por el momento.
Porque tanto la pasta como el vino nos recuerdan lo mismo: que el verdadero lujo está en compartir, en bajar el ritmo y en darle sabor al presente.